lunes, 24 de diciembre de 2012

ARANTZAZUKO ANDRE MARIAREN KOFRADIA

Miguel de Unamuno

Discurso sobre el artículo 2° del Estatuto de Cataluña

Miguel de Unamuno - Diario de Sesiones, Junio de 1932

Estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no... Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de «hable usted en cristiano», ahora puede ser a la inversa: «¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí.»... La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones.

Muy bien; señores diputados, como sé muy poco de Reglamento, que no lo he leído ni una sola vez, en toda esta discusión o pequeña refriega que ha habido aquí sobre si se presentó una enmienda a tiempo o no se presentó a tiempo, si fue antes o fue después de otra, yo no entro ni salgo; lo único que quiero hacer es, en apoyo de lo que he de decir, leer aquella enmienda y explicar luego cuáles fueron las razones que nos hicieron formularla.

La enmienda que no pudo ser aceptada, según parece, porque se presentó después que ya se estaba discutiendo el artículo, la firmaban conmigo los Sres. Maura, Azcárate, Santa Cruz, Sánchez Román, Valdecasas, Giner de los Ríos y Sacristán. No fui yo quien la redactó; fue uno de estos señores. La enmienda dice así: "Los diputados que suscriben tienen el honor de proponer la siguiente enmienda al art. 2º del dictamen sobre el Estatuto de Cataluña: Art. 2.º El idioma catalán, es como el castellano, lengua oficial de Cataluña para las relaciones oficiales de Cataluña con el resto de España, así como para la comunicación de las autoridades del Estado con las de Cataluña la lengua oficial será el castellano. Toda disposición o resolución oficial dictada por órganos regionales en Cataluña deberá ser publicada y en su caso notificada en ambos idiomas. Dentro del territorio catalán, los ciudadanos tendrán derecho a elegir el idioma oficial que prefieran en sus relaciones con las autoridades y funcionarios de la Generalidad. De los documentos públicos autorizados en Cataluña se expedirá copia en catalán a instancia de parte."

Digo que la redacción no fue mía, porque estas redacciones de artículos deben ser encomendadas a gente perita en jurisprudencia, y yo no es que no sea abogado, no soy ni siquiera licenciado en Derecho. Lo único que yo indiqué fue mi deseo de oponerme a una parte del dictamen de la Comisión, que es la que dice así: "Dentro del territorio catalán, los ciudadanos, cualquiera que sea su lengua materna, tendrán derecho a elegir el idioma oficial que prefieran en sus relaciones con las autoridades y funcionarios de toda clase, tanto de la Generalidad como de la República." Esto implica que si todos los ciudadanos tienen derecho a elegir el idioma oficial que prefieran en sus relaciones con las autoridades de la República, estas autoridades de la República han de tener la obligación de conocer el catalán. Y eso, no. Que les convenga es otra cosa; es una cosa completamente distinta; pero obligación, de ninguna manera.

Por ejemplo: aquí se ha comentado una vez el caso de un gobernador de Cataluña que sabía el catalán, porque era de una región donde se habla, y al dirigírsele en catalán dijo: "Eso no lo entiendo yo." Hizo mal en decir que no lo entendía; pero no en admitirlo, hizo bien; yo habrá hecho exactamente lo mismo. Como funcionario de la República, del Estado entonces, yo no admito que se me dirijan en catalán.

Hay algo que está por debajo de las leyes, y una imposición, y ahora puede venir otra, igualmente inadmisible. Si en un tiempo hubo aquello, que indudablemente era algo más que grosero, de "hable usted en cristiano", ahora puede ser a la inversa: "¿No sabe usted catalán? Apréndalo, y si no, no intente gobernarnos aquí."

Hay algo que está por debajo de las leyes, y a mí lo que haya en el fondo en el orden legislativo, no me importa grandemente. Creo saber algo de la forma en que van los idiomas cuando se ponen en lucha para fundirse; porque eso de las asimilaciones, son siempre mutuas: no hay uno que asimila al otro, son dos que se asimilan el uno al otro; y yo tengo mi idea de lo que haya de suceder. Naturalmente, es muy lógico que uno que vaya a vivir en Cataluña intente y haga todos sus esfuerzos para poder entenderse en la lengua de allá, entre otras cosas para poder penetrar mejor en el espíritu de aquellos con quienes tiene que convivir; pero lo que no se puede es ponerle en condiciones de que tenga que hacerlo por obligación. Se dice: es que si no lo hacen, son inadaptables o inadaptados. Perfectamente; es una desgracia que un hombre sea inadaptado o inadaptable; pero cuando hay uno inadaptado o inadaptable, hay que protegerle.

Esto no ocurre en otras partes. Aquí se citaba, por ejemplo, el caso del general Joffre, que en una ocasión llegó a Cataluña, no pudo entenderse con no sé qué autoridad que no sabía francés, y como él era catalán provenzal, se entendió en catalán. Perfectamente; pero ni al general Joffre, ni a casi ningún catalán francés ni provenzal, ni paisano mío vasco, se le ocurrirá jamás en Francia pedir que su lengua sea oficial, ni siquiera en la región suya. ¡Ah!, es que Francia -me decía cierto día uno- es una República monárquica. Ya entendí bien, claro está, lo que quería decir esto de "monárquica", y en ese sentido también lo soy yo; quería decir "unitaria". Ahora parece que se trata de imponer el catalán, y a mí me parecería bien, y ojalá trataran de catalanizar a toda España. Aquí se hablaba de cuando intentaron esta obra en Galicia; también llegó aquella acción a Salamanca, y yo dije algunas veces: "¡Ojalá, ojalá quisieran ellos dirigirnos! Podría ser el Piamonte de España."

Traigo esto a relación, porque un publicista catalán, que es de los que más influyen en su pueblo, al hablar de que ellos no podían ser el Piamonte, decía que el Piamonte se puso al frente de la unidad italiana porque no había la cuestión de lenguas. Estaba, y está, completamente equivocado; en el Piamonte se hablaba, y aun sigue hablándose, como vernácula, una lengua tan distinta de la toscana, de la lengua oficial italiana, como puede serlo el catalán del castellano. La prueba, es que el gran poeta piamontés Alfieri empezó hablando francés; luego, en su casa, con los criados y la gente del pueblo, piamontés, y yo muy tarde aprendió la lengua toscana. Me han dicho que ésta es una lucha de abogados. Perfectamente; supongamos que son luchas de abogados; ¿es que se puede hacer nada que dificulte o imposibilite el ejercicio de una profesión a un ciudadano español, castellano o catalán? Porque puede darse el caso, por absurdo y monstruoso que parezca, de que haya un catalán que diga: no quiero hablar en catalán. ¿Es que se le puede dificultar?

Muchas veces, debajo de esto de la lengua, hay un poco de lo que dice la Biblia del shibolet: ¡Pronunciadlo bien! ¡Cuidado! Claro que no es que se quiera hacer lo mismo que se hacía con los que no pronuncian bien el shibolet, que era quitarles la vida. Sabido es que aquel pueblo, aunque era el elegido de Dios, era bastante bárbaro, y aquí no llegamos a esa barbarie, aunque no seamos los elegidos de Dios. Pero ¿es que eso se puede dificultar, cuando hay dos pueblos, y el uno admite, no como imposición -eso yo lo creo- sino libremente, por estimar que le conviene, la obligación de conocer el castellano? Como todos conocen el castellano, es natural. Pero ahora viene la segunda parte: ¿obligación? Para nadie, ni allí, de conocer el catalán. Conveniencia, es otra cosa.

Claro que se dirá: hay un número de gentes que todavía no saben bien el castellano. En efecto, habrá bastantes. Hace poco que decía un catalán -y tenía razón-: ¡Hombre! En tantos siglos, los maestros castellanos no han sabido enseñar el castellano en Cataluña. Y yo decía: ¿Cómo? ¡Ni en Castilla! (Risas.) ¡No parece sino que los chiquillos de Castilla saben el castellano porque se lo han enseñado los maestros! (Risas.) Lo saben por otros cauces, y, algunas veces, a pesar de los maestros. (Risas.)

¿Es una lucha de abogados? Yo lo único que digo es que me parece inadmisible que se imponga una cosa cualquiera por fuerza, como eso que dice el artículo de "tanto de la Generalidad como de la República"; es decir, que el funcionario de la República tenga que verse obligado a entender el catalán. Ahora se habla de cordialidad, se habla de cortesía; pero eso, por lo visto, no reza con esto de las lenguas.

Que el que viva en Cataluña aprenda el catalán, a mí me parece bien. Si yo viviera allí y no lo supiera, lo aprendería. ¡Naturalmente! No he vivido en Cataluña, y sin vivir en Cataluña me he interesado en aprender el catalán, y es porque sacaba de ello una gran ventaja y un enriquecimiento del espíritu; porque había escritores catalanes que a mí me decían cosas que me interesaban, me convenían y hasta me recreaban, y era natural que lo aprendiera. Pero imposición obligatoria, no. Pues eso, si se me dice: ¿qué haría usted para defender el castellano en Cataluña? Yo diría: Aparte de que no necesita defensa, ¿qué haría yo para defender el castellano en Cataluña? No votar cosas de éstas, porque yo no hago mucho caso de esto. Es como lo de la Constitución; ya he dicho alguna vez, hablando de la Constitución, que me parecía una cosa de papel, y nada más. Por cierto, que hace poco me preguntaron: Pero, hombre, ¿qué ciempiés es ése que hicieron ustedes? Y yo dije: no; cuatrocientespies y uno, el que yo puse. (Risas.) Pero ¿qué he hecho yo para defender el castellano en Cataluña? Pues una cosa muy sencilla: decir en castellano cosas que interesa y gusta a los catalanes conocerlas dichas en castellano. Es la única forma noble y clara de defender una lengua. (Muy bien.)

Respecto a la suerte que hayan de correr la lengua castellana y la lengua catalana en Cataluña, yo tengo mis ideas, que no son del caso, porque éstas no son cosas de legisladores, sino cosas de biología ligüística. Creo saber algo de esto y sé que pueblo, lo que se llama pueblo, el campesino, no hay ninguno verdaderamente bilingüe, y cuando a un pueblo se le hace bilingüe acaba, primero, por mezclar las dos lenguas; después, por combinarlas hasta fundirlas en una.

Pero esto no es cosa que tiene que ver con lo que examinamos; de eso se ha hablado muchas veces, y si yo he venido hoy a decir esto es porque me creía obligado con una parte de opinión española que espontáneamente (porque estoy recibiendo todos los días cartas y excitaciones) me ha querido hacer su vocero. No son los que me votaron, aun cuando sé que los que me votaron son también de esta opinión; no son los que me votaron. Yo no he venido aquí, afortunadamente para mí y afortunadamente para los partidos, representando a partido ninguno, absolutamente ninguno; por consiguiente, no podría hablar en ninguna forma de nada que se parezca a un voto imperativo, que, además, no le hay. Pero (y esto es lo que principalmente me interesa decir) cuando yo oía hablar aquí hace poco a alguien, explicando el voto, de que venía a expresar la voluntad de los que le habían votado, no es bastante. Alguien podría decirme que no admite el voto imperativo. En efecto, a alguno, cuya enmienda se ha admitido, le he dicho yo que la mayoría, la inmensa mayoría de los de la provincia por donde ha salido diputado, está en contra de lo que él traía.

Que no están enterados. Eso de si están o no enterados… Cuando aquí se dice, se ha dicho alguna vez, que había que dar a conocer el Estatuto a los que están en contra, yo he pensado muchas veces que había que darlo a conocer a los que lo han votado, porque un Estatuto no se vota por articulado: se vota por una tendencia, pero por articulado, no.

Y es lo que quería decir, porque todo lo demás está discutido. Hay una cosa que es mucho más grave; no que uno venga aquí a exponer la doctrina que no parece correcta del voto imperativo. He leído, y después me han confirmado, que en una conversación que el señor presidente del Consejo de Ministros tuvo con el señor Maura, hablando de si tendría tantos o cuantos votos -los que sean, yo no me acuerdo-, hubo de decirle el Sr. Maura: "¿Está usted seguro? Porque yo sé que algunos faltarán." "¿Se lo han dicho?" "A mí me han dicho más de uno de los que van a votar que no faltarán, sino que van a votar, no contra lo que creen que es la voluntad de sus electores, sino contra su conciencia, y eso es indigno." (Muy bien, muy bien.- Aplausos) No hay disciplina de partido que pueda someter de esa manera la conciencia de un ciudadano; esto es verdaderamente indigno. Lo he oído alguna vez: votarán contra su conciencia, que no es contra el parecer de sus electores, sino contra su conciencia. No me han convencido.

¡Ah!, pero voy más lejos. En una ocasión recuerdo que algunos amigos catalanes se quejaban, con mucha razón, con muchísimas razón, de que se les quisieran conceder las cosas así como por limosna, para quitarse de encima un pedigüeño inoportuno. En efecto, de ese modo no se puede aceptar; pero yo les digo si es que se pueden aceptar los votos de gentes que rinden la conciencia ante no sé qué esperanzas o qué temores. Conseguir de esa manera una victoria es algo que yo no lo aceptaría nunca. (Muy bien.) No se rinden por el convencimiento, sino por mantener una cierta disciplina. Y no hablemos de eso, de si corre o no corre peligro la República, porque eso no son más que camelos. (Risas.)

En el fondo, ya he dicho, tengo mi opinión respecto al asunto. Ahora, respecto a lo otro, a esa concepción de disciplina de partido, la disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones, y yo digo que tan desdoroso es para los que rindan así su conciencia contra su convicción (y son varios los que me lo han dicho) como para los que acepten este voto. No tengo más que decir: (Muy bien.- Aplausos.)

ARANTZAZUKO ANDRE MARIAREN KOFRADIA

Unamuno: "Justo es que España pierda Cataluña"

Cultura recibe la donación de unas cartas inéditas del filósofo a Azaña en las que revela la inminente independencia catalana

Peio H. Riaño

Madrid 12 de diciembre de 2011

“Me preparé por lo menos las bases de la reunión de la nación española y la catalana ya que Cataluña [sic] ha de acabar, y muy pronto, por separarse del todo del Reino de España y constituirse en Estado absolutamente independiente”, se lee en veloz caligrafía que Miguel de Unamuno (1864-1936) tiró sobre las cuartillas amarillentas la Nochebuena de 1918, destinadas a su amigo Manuel Azaña (1880-1940).

En la primera de una suculenta colección de cartas, que recorren las paradas políticas de España durante la primera mitad del siglo XX, que ha llegado hasta la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura por donación del coleccionista Santiago Vivanco, Unamuno pide a Azaña la suplencia de una conferencia en el Ateneo de Madrid. Por esas fechas el prestigio de Unamuno y el volumen de sus ensayos hacen que la Residencia de Estudiantes culmine la edición de sus Ensayos en siete volúmenes. Después de navegar por las explicaciones sobre su ausencia, le apunta que su conferencia “cursaría sobre la soberanía catalana” y el uso “de la lengua con consideraciones sobre el conflicto de dos culturas”. “La fórmula, como dicen los políticos, es sencillísima y en pocas palabras la expondría yo”, continúa sin ningún amago.

"No puede haber dos ciudadanías", dijo Unamuno en el Congreso en 1931

Su explicación “sencillísima”: “En tiempos de Felipe IV se perdió Portugal conservando Cataluña, en tiempo de nuestro Habsburgo de hoy, Alfonso XIII, siendo su canciller Canalejas, se pensó en conquistar Portugal y del triunfo, descontado en el Palacio de Oriente, de Alemania se esperaba la anexión de Portugal y la formación del Imperio Ibérico, vulgarizándose España; justo es, pues, que al ser ésta derrotada con Alemania –la mentalidad neutral que dijo Romanones (el político que ve más claro y obra más turbio) era una alianza clandestina con aquel a quien se creía vencedor futuro– justo es, pues, que España pierda ahora Cataluña. Y la perderá, no me cabe la menor duda que la perderá. La federación no es más que una hoja de parra. ¡Cuánto me gustaría hablar de todo esto ahí!”.

Conocíamos a ese Unamuno dueño de una prosa resuelta, en la que cabe el símil y el barniz irónico, el juego de palabras y el cultismo, capaz de derribar, también en oratoria ante la bancada, a los diputados de la República. El diario de sesiones del Congreso de los Diputados, del 22 de octubre de 1931, recoge una de las más famosas alocuciones del autor de La agonía del cristianismo (1925) y San Manuel Bueno, mártir (1933), sobre el uso del catalán y el castellano en las escuelas de Catalunya: “Para mí todo ciudadano español radicado en Cataluña, donde trabaja, donde vive, donde cría su familia, es no sólo ciudadano español, sino ciudadano catalán, tan catalanes como los otros. No hay dos ciudadanías, no puede haber dos ciudadanías”. En su discurso defiende la oficialidad del castellano y reniega de la imposición del catalán a todos sus ciudadanos.

Entre las cartas donadas aparece una de Valle-Inclán a Azaña en 1923

Un cristiano rebelde

Unamuno, fiel al ideario liberal, inquisitivo, polémico y opinante a contrapelo, que se declaraba cristiano pero abominaba de la teología católica o protestante, era un defensor de la lengua catalana y reconocía en Juan Maragall a uno de los hombres que “más profunda huella” dejaron en él. Sin embargo, se desconocía esta vehemencia en sus argumentos y conclusiones. Estas cartas se han conservado gracias al impulso coleccionista de Vivanco (Logroño, 1973), director general de Bodegas Dinastía Vivanco y director de la Fundación Vivanco, que reconocía a este periódico desconocer el contenido de la misiva debido a la urgente caligrafía con la que escribía Unamuno.

El 16 de marzo de 1922, Unamuno vuelve a escribir a Azaña, con toda confianza, más breve y más sarcástico: “Ahora ando ocupado en inventar una careta protectora contra la nube de los gases de aspirantes de la marea jesuítico-episcopal –y palaciega– con la que nos amargan. La estupidez –no otra cosa– borbónico-habsburgiana va en aumento”. Escribe un año y medio antes del levantamiento militar de Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923.

La referencia en la carta a la figura de Alfonso XIII es premonitoria del papel decisivo que ocupó el monarca en la gestación del golpe de Estado. La mayoría de los historiadores considera al rey como un obstáculo para la posible conversión del régimen en una democracia representativa. Desde el comienzo de su reinado contribuyó decididamente, recuerda la historiadora Carolyn Boyd, “a propiciar la debilidad del poder civil y la predisposición militar a intervenir en la política”.

Desde luego, no había imaginado que la dictadura militar que inauguraba no era la salvaguarda de la Corona, sino el principio de la liquidación de la monarquía constitucional. De ahí que, meses más tarde del golpe, Unamuno escribiese que más que un golpe, Primo de Rivera había dado un “soplo” de Estado, dada la escasa resistencia que tuvo su acción, a la que no se enfrentó ni el resto del Ejército, que el rey apoyó inmediatamente y ante la que los partidos reaccionaron de forma pasiva.

Como escribió Arturo Barea (1897-1957), autor de La forja de un rebelde (1941): “El hombre de la calle se quedó mirando atónito lo que pasaba, como la gallina hipnotizada se queda mirando el trozo de tiza; y cuando trató de recobrar su equilibrio, los acontecimientos le habían sobrepasado: el Gobierno había dimitido, algunos de sus miembros habían huido al extranjero, el rey había dado su aprobación al hecho consumado y España tenía un nuevo Gobierno llamado El Directorio”.

Indalecio Prieto critica la censura de prensa del Gobierno de Alcalá-Zamora

La rabia de Valle-Inclán

Precisamente, entre las cartas donadas aparece también una que Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) escribe a Manuel Azaña, el 16 de noviembre de 1923, desde la Puebla de Caramiñal, entrando a definir con saña a los ocho generales y un contralmirante encargados del Directorio… y algo más: “En la cuestión política estoy muy desorientado. A mí estos del Directorio me parecen unos sargentos avinados. La contestación a los presidentes de las cámaras es una flor del más puro rufianismo. Pero la prensa de la calle de Larra está tocando al último extremo de la idiotez canalla. Creo que ha llegado el momento de negarle el saludo a esos sacristanes. Todas sus adulaciones son a cuento de que el Directorio falle el pleito que se traen con ABC. Han resultado más cínicos y más idiotas que Don Torcuato. Porque muy idiota hay que ser para no alcanzar que esta gente militar –¿gente?– son unos asnos con piel de león. Es tan ridículo todo lo que está pasando. Indudablemente los presidentes de las cámaras, no esperaban que el Chulo de Palacio tornase en cuenta su escrito, y acaso sólo buscaban acentuar el perjurio con vistas al extranjero, donde no ha de mirarse con buenos ojos un poder irresponsable. Ya me canso. Mis recuerdos a todos los amigos”.


Desterrado pero no silenciado

En 1924, la dictadura respondía a las críticas de Unamuno mandándolo al destierro, en Fuerteventura, y cesándolo como catedrático y vicerrector de la Universidad de Salamanca. El filósofo había denunciado que el Directorio militar ya no era un “interregno” o una “tregua”. Veía Unamuno muy claro el objetivo del “pronunciamiento de generales camineros”: “No se trataba de llevar a cabo una revolución saneadora desde el poder, se trataba de evitar la revolución que se veía venir desde abajo”.

Y en la sombra muda, Manuel Azaña, el hombre de confianza, la referencia intelectual que asumió el riesgo de convertir en medidas legislativas el ideario reformista: impulsar la reforma agraria, implantar un sistema educativo nacional extenso, científico y laico, separar la Iglesia del Estado, reducir las dimensiones del Ejército… Arriesgó a pasar aquellas ideas a la acción política y se encontró con un estrepitoso fracaso.

En parte, auspiciado por los problemas de relación con Niceto Alcalá-Zamora (1877-1949), presidente de la República cuando Indalecio Prieto escribe, el 10 de enero de 1935, desde París a Azaña, en su domicilio de Serrano: “De cuantos actos políticos ha realizado don Niceto desde que se posesionó de la presidencia de la República, el más grave de todos es este de ahora al acaudillar, nada menos que desde su alto puesto, la reforma constitucional. Es algo a todas luces intolerable y, además, reviste caracteres de verdadera alevosía. Porque si en cualquier momento no se está en condiciones de polemizar con el presidente de la República, ahora, con la censura de prensa y con algunos periódicos sin poder publicarse, ni siquiera cabe contradecir sus ideas, esas que él dice nacidas de su experiencia y que son simplemente la ratificación de sus puntos de vista ya conocidos y reiteradamente expuestos en los debates de las Cortes constituyentes”.

Para entonces nadie quería a Alcalá-Zamora en su puesto. En particular, la izquierda, que no le perdonaba haberle retirado la confianza en 1933, lo que significó la caída del Gobierno de Azaña y la ruptura de la coalición entre socialistas y republicanos. Las buenas migas que ya se cocían en esta carta no pudieron mojarse cuando Azaña fue elegido presidente de la República, el 10 de mayo de 1936: en contra de lo que había previsto, no podría nombrar a Prieto presidente del Gobierno ante la negativa de la UGT de Largo Caballero. El Gobierno republicano quedaba debilitado y visto para sentencia (militar).

jueves, 1 de noviembre de 2012

ARANTZAZUKO ANDRE MARIAREN KOFRADIA


HABRÁ CONVERSATORIO INTERNACIONAL

Se conmemora en Lima Cuatricentenario
de histórica fundación de Cofradía Vasca

Se rendirá homenaje al periodista peruano-vasco Francisco Igartua Rovira, Director de la Revista Oiga, quien rescató del olvido el histórico hecho en un Congreso Mundial de las Colectividades Vascas

NOTA DE PRENSA
Con el ruego de su difusión

El cuatricentenario de la fundación en Lima de una histórica cofradía de inmigrantes vascos en 1612, dará origen la próxima semana a una serie de actos conmemorativos que incluyen una conferencia internacional de especialistas, la siembra de un retoño del árbol emblemático del pueblo vasco Gernikako Arbola, actos religiosos y culturales, y otros eventos, con la participación de importantes instituciones, como el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad de San Martín de Porres y la Universidad del País Vasco.
Se rendirá, asimismo, homenaje al periodista peruano-vasco Francisco Igartua Rovira, fundador de las revistas Caretas y Oiga, quien en un congreso mundial de las comunidades vascas rescató del olvido la señera antigüedad de la cofradía limeña, una de las más antiguas de América.

UNA HERMOSA HISTORIA
Fue hace cuatro siglos cuando un entusiasta y progresista grupo de inmigrantes vascos fundó en Lima una Cofradía que ha resistido al tiempo y los avatares de todas las épocas. Fue una cofradía solidaria y fraternal que les permitió afrontar las vicisitudes del exilio en un clima de hermandad, y como era natural, esa unión fue puesta bajo la señera presencia de Nuestra Señora de Arantzazu, deidad que acompaña y protege a los vascos allí donde se encuentren.
Avatares de la política peruana de la época determinaron que la Cofradía sufriera tropiezos en 1865, que se agravaron cuando, al finalizar el siglo, la Capilla que albergaba a la Virgen de Arantzazu en el Convento de San Francisco sufrió un incendio que destruyó todo, inclusive la réplica que había sido traída a Lima desde Oñate, por un comerciante vasco.
Pero quienes se encargaban del culto no se arredraron, reconstruyeron lo incendiado, fortalecieron la Cofradía, y ya para 1911 habían traído del país vasco una nueva efigie, la cual fue entronizada y festejada con gran pompa el segundo domingo de julio de ese año, según se acaba de comprobar.
Editorial Periodística Oiga, con el respaldo de una serie de instituciones, entre las que se cuentan el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad de San Martín de Porres y la Universidad del País Vasco, ha programado una serie de actos conmemorativos de esta epopeya poco conocida, que se dio a conocer con los trabajos del periodista Francisco Igartua Rovira.

LOS ACTOS PREVISTOS
Para la tarde del martes 6 de Noviembre, a las 16:00 horas se ha previsto un conversatorio histórico en el Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, con la participación de especialistas peruanos y extranjeros. Al inicio del conversatorio se rendirá homenaje póstumo a los señores Francisco Igartua Rovira, José Antonio del Busto Duthurburu y Guillermo Lohmann Villena.
Ese mismo día, al mediodía, se oficiará un acto religioso oficial conmemorativo en la Iglesia Virgen del Pilar de San Isidro, a cargo de  Monseñor Miguel Irízar, Obispo Emérito del Perú.
El miércoles 7 de Noviembre, al mediodía, se efectuará en el Campus de la Universidad de San Martín de Porres en Santa Anita el sembrado de un retoño del árbol emblemático del pueblo vasco el Gernikako Arbola, retoño que ya está en Lima, tras haber sido donado por el Centro Vasco Euzko Etxea de Santiago de Chile.
Para mayor información se incluye a la presente nota de prensa un PDF con el detalle de los actos programados para esta histórica conmemoración.

Lima, Octubre de 2012.


LA COMISIÓN DE PRENSA

Para mayores informes: Telfs. 511 – 4402365, 51 – 975653417, 51 – 975499981 o en las Oficinas de la Comisión: Av. Federico Villareal N° 340 Miraflores, Lima 18, Perú

jueves, 9 de agosto de 2012

Alma Española

Madrid, 3 de enero de 1904

Año II, número 10

páginas 3-5


Miguel de Unamuno

Alma vasca


«Egi alde guztietan

Toki onak badira

Bañan biyotzak diyo

Zoaz Euskalerrirá.»

Iparraguirre


No se conoce a uno sino por lo que dice y hace, y el alma de un pueblo sólo en su literatura y su historia cabe conocerla –tal es el común sentir. Es hacedero, sin embargo, conocer a un pueblo por debajo de la historia, en su obscura vida diaria, y por debajo de toda literatura, en sus conversaciones.

«Si los pueblos sin historia son felices, felicísimos han sido los vascos durante siglos y siglos», dijo de nosotros Cánovas del Castillo. De esta felicidad secular arranca nuestra juventud, una juventud amasada durante siglos. Pero ¿es que no hemos tenido historia? ¿Nos han faltado Aquiles u Homeros que los hayan cantado? «El pueblo inglés es un pueblo mudo; pueden cumplir grandes hazañas, pero no describirlas», dijo de su pueblo Carlyle, y con más razón que él del suyo puedo yo decirlo del mío. Y así como Carlyle añadía que su poema épico, el de los ingleses, está escrito en la superficie de la tierra, así añado yo que, más modestamente y más en silencio aún, ha escrito en la superficie de la tierra y en los caminos del mar su poema mi raza, un poema de trabajo paciente, en la América latina más que en otra parte alguna.

Durante siglos vivió mi raza en silencio histórico, en las profundidades de la vida, hablando su lengua milenaria, su eusquera; vivió en sus montañas de robles, hayas, olmos, fresnos y nogales, tapizadas de helecho, argoma y brezo, oyendo bramar al océano que contra ellas rompe, y viendo sonreír al sol tras de la lluvia terca y lenta, entre jirones de nubes. Las montañas verdes y el encrespado Cantábrico son los que nos han hecho.

Entramos tarde en la cultura, y entramos en ella con todo el vigor de la juventud y toda la cautela de una juventud elaborada tan lentamente, con timidez bajo la audacia misma. Porque el vasco, por arriesgado que sea ante la naturaleza, suele ser tímido ante los hombres, vergonzoso. El más valeroso marino vasco que haya afrontado el peligro supremo con serena calma, el más fuerte luchador contra los elementos que salga de mi raza, la de Elcano, el primero que dió vuelta al mundo, encuéntrase en sociedad cohibido. Mi paisano y entrañable amigo Juan Arzadun, en el hermosísimo relato la «Nochebuena del expósito», que figura en su precioso libro Poesía (tomo II de la «Biblioteca bascongada de Fermín Herrán», Bilbao 1897), habla del «tipo hermoso y tranquilizador del aldeano vasco» que «daba vueltas entre sus manos de gigante a la boina, lleno de insuperable timidez, y sonreía con vaguedad, fuerte y bonachón como un Hércules adolescente». La pintura es admirable; sobre todo lo de la timidez. Quien haya conocido en Universidades grupos de estudiantes vascongados, recordará dónde y cómo suelen reunirse, y cómo huyen de cierta sociedad. A ello ha contribuido no poco la natural torpeza para expresarse en lengua castellana, porque donde ha llegado a ser ésta, como en Bilbao, la nativa, las cosas varían.

Vizcaino es el hierro que os encargo;

corto en palabras, pero en obras largo.

concluye diciendo Don Diego de Haro en aquel magnífico final de la escena primera del primer acto de La prudencia en la mujer, en que Tirso de Molina dijo de nosotros en cuarenta versos lo que en cuarenta volúmenes no se ha dicho después. «Cortos en palabras, pero en obras largos.» Hasta nuestras palabras suelen ser acción -que lo diga, recientemente, el vasco Grandmontagne- y confío en Dios en que cuando se nos rompan por completo los labios y hagamos oír nuestra voz en la literatura española, será nuestro pensamiento corto en palabras y en obras largo.

Es, ante todo, un pueblo ágil y ágil más que maciza su activa y silenciosa inteligencia. Il saute comme un basque, se dice proverbialmente en Francia, y cuando nos metemos a escribir damos también saltos y cabriolas. Y la agilidad es la expansión más pura de la fuerza espontánea. Ved que nuestro juego típico es el de la pelota. De las ideas mismas hacemos pelotas en que adiestrar y robustecer nuestro espíritu. En los últimos disturbios de Bilbao, las ideas que unos y otros empendonaron eran, créanlo o no ellos, un pretexto para luchar.

La inteligencia de mi raza es activa, práctica y enérgica, con la energía de la taciturnidad. No ha dado hasta hoy grandes pensadores, que yo sepa, pero si grandes obradores, y obrar es un modo, el más completo, acaso, de pensar. El sentimiento del vasco es un sentimiento difuso que no se deja encerrar en imágenes definidas, savia que resiste la prisión de la célula, sentimiento, por decirlo así, protoplasmático. Estalla en la música, que es lo menos ligado a empobrecedoras concreciones. Coged las letras de Iparraguirre sin música, hacedlas traducir, y os resultará lo más vulgar y pedestre. Y, sin embargo, oíd cantar aquel «extiende y propaga tu fruto por el mundo mientras te adoramos, árbol santo», y como en un mar se brizará en sus notas robustas vuestro corazón, acordando a ellas sus latidos. Y es que letra y música se concibieron juntas, como formas de una misma substancia.

Un carácter rudo y pacientemente impetuoso, por lo común autoritario. De la rudeza dan buena muestra las atrocidades que de los turbulentos banderizos de fines de nuestra Edad Media nos cuenta Lope García de Salazar en su Libro de las buenas andanzas e fortunas, aquellas sombrías luchas entre los de Butrón y Tamudio, los de Tamudio y los Leguizamón, los Leguizamón y los Tariaga y Maztiartu, narradas con fúnebre monotonía por el viejo cronista mientras estaba preso por sus hijos en la torre de Sant Martín de Mesñatones.

Y autoritarios, sí, autoritarios, a la vez que de espíritu independiente. Para mandar salvajes o para regir frailes, para colonizadores o para priores que ni hechos de encargo, pintiparados allí donde haga falta una energía un poco ruda y procedimientos rectilíneos, pero torpes para gobernar pueblos ya hechos, donde haya que concertar voluntades y templar gaitas, donde se requiera flexibilidad ante todo. Y cuando le toca ser subordinado el vasco, según la frase consagrada, obedece, pero no cumple; no dice que no, pero hace la suya.

Porque a tercos sí que no nos gana nadie. «Vizcaíno, burro», suele decirse aludiendo a nuestra testarudez, que acaso llegue a ser muchas veces en nosotros un vicio, pero que es, sin duda, de ordinario nuestra virtud capital. Si no entra de otro modo el clavo, lo meteremos a cabezadas. Pero nuestra terquedad es menos violenta que la del aragonés. Toda la afabilidad que se quiera, pero a hacer la suya el vasco. «Los vascongados -suele decirme un amigo- no atienden ustedes a más razones que a las suyas propias; si se arruinan, será solos, sin empacharse de consejos ajenos, pero sin culpar tampoco al prójimo por ello.» Por tercos, más que por otra cosa, hemos sostenido dos guerras civiles en el siglo pasado, porque nos parecía que marcha demasiado de prisa el progreso político, sin acomodarse al social; para ponerle a paso de buey, lento, sí, pero seguro.

Si hay algún hombre representativo de mi raza, es Iñigo de Loyola, el hidalgo guipuzcoano que fundó la Compañía de Jesús, el caballero andante de la Iglesia: el hijo de la tenacidad paciente. La Compañía, me decía una vez un famoso exjesuíta, no es castellana, como se ha dicho, ni española; es vascongada. Y vascongada hasta en sus defectos. Es vascongada en su terquedad pacienzuda, en su espíritu a la vez autoritario e independiente, en su horror a la ociosidad, en su pobreza de imaginación artística, en la fuerza para acomodarse a los más distintos ambientes, sin perder su individualidad propia. Y esto me lleva como de la mano a decir algo de lo que se ha llamado nuestro fanatismo.

Fue el pueblo vasco de los últimos en abrazar el cristianismo, pero lo abrazó con tanto ahínco como retardo. No es para nosotros la religión una especie de arte supremo en que busquemos tan sólo satisfacción a anhelos estéticos, sino que es algo muy hondo y muy serio. No es extraño encontrar en nuestras montañas quienes vivan hondamente preocupados del gran negocio de su salvación, en un estado de espíritu genuinamente puritánico. Nuestro sentimiento religioso, hondamente individualista, no se satisface con pompas litúrgicas en que resuenan ecos paganos. Es por dentro un espíritu nada romano; la de un alma que quiere relacionarse a solas y virilmente con su Dios, un Dios viril y austero. El calvinismo hugonote empezó a arraigar en el país vasco-francés; uno de los primeros libros impresos en vascuence -si no el primero, el segundo-, fue la traducción del Nuevo Testamento hecha en 1571 por Juan de Lizarraga, un hugonote vasco-francés, bajo los auspicios de Juana de Albret. En el fondo de la más rígida e incuestionable ortodoxia, se descubre pronto en la religiosidad de mi raza un germen antilatino, germen que espero dará frutos. La misma Compañía de Jesús que fundó mi paisano Loyola para atajar la marcha del protestantismo, ¿no nació, acaso, como todo movimiento que pretende oponerse a otro, en el seno mismo en que éste se agita, en relación de unidad profunda bajo su oposición superficial? Los Ejercicios espirituales, de Loyola, ¿no son acaso uno de los libros más gustados entre protestantes? Si persiste o no hoy el primitivo espíritu ignaciano en la Compañía, es ya otra cosa.

Se habla de nuestro espíritu reaccionario, cuando debía llamársele más bien conservador, en el mejor sentido. Queremos progresar al paso de la naturaleza, con calma, acomodando lo político a lo social. En el fondo del carlismo vascongado hubo siempre un soplo socialista; vislumbraba que se ha ahogado la libertad social bajo la política. Me decía una vez Pablo Iglesias que a nadie era más difícil de ganar al socialismo que al vascongado, pero que una vez dentro de él, era de los convencidos y de los sólidos, sin impaciencia ni desmayos.

Sobre esa base de austera y seria religiosidad, de activo recogimiento, se levanta la familia vasca, bajo la autoridad del eche co jauna, del amo de la casa. Y junto a él su mujer, que con él laya en la heredad, una mujer robusta. De soltera, con las trenzas tendidas sobre la espalda, lleva a la cabeza la herrada, suelta, ágil y fuerte, con la gracia reposada del vigor, «asentándose en el suelo como un roble, aunque ágil además como una cabra; con la elegancia del fresno, la solidez de la encina y la plenitud del castaño..., amasada con leche de robusta vaca y jugo de maíz soleado»..., permitidme que reproduzca estas palabras de mi Paz en la guerra. Y es ésta luego una mujer que la maternidad priva sobre la sexualidad. Me han confirmado sacerdotes de mi país, que por el confesionario lo saben, que los rarísimos casos de adulterio que en nuestras montañas ocurren, se deben en gran parte al ansia de las mujeres por tener hijos, cuando el marido no se los da. Los desea y los necesita.

Si su aspereza tosca no cultiva

aranzadas a Baco, hazas a Céres,

es porque Venus huya, que, lasciva,

hipoteca en sus frutos sus placeres.

Aquí observo bien dos hechos el travieso mercenario, aunque no acertó a relacionarlos. En el país vasco ni la extrema pobreza y desolada aridez que sume a los pueblos en incurable tristeza, ni la exuberancia y facilidad que los hunde en modorra e indolencia. Ahora que con las minas y las industrias ha empezado a acumularse una gran riqueza, ahora es cuando empieza a notarse algún cambio en el espíritu. Emprendedor y activo, sí, pero se ha hecho insoportable el bilbaíno por lo pagado de si mismo y de su riqueza y su convencimiento de pertenecer a cierta raza superior. Mira con cierta petulancia al resto de los españoles, a los no vascongados, si son pobres, llamándolos despreciativamente maquetos.

Es antigua en el pueblo vasco la pretensión de nobleza, originada del aislamiento en que vivió. Para el aldeano vasco no hay más que una distinción entre las gentes; euscaldunac los que hablan euscara o eusquera como él, y erdaldunac los demás, los bárbaros, los que hablan cualquier erdara o erdera, nombre en que se incluyen todas las hablas que no sean vascuence. Y respecto a pretensiones de hidalguía, basta leer lo que a Don Quijote dijo Sancho de Aspeitia. Cuéntase también que diciendo un Montmorency, creo, delante de un vasco, que ellos, los Montmorency databan no sé si del siglo VIII o IX, contestó el otro: pues nosotros, los vascos, no datamos. Y Tirso de Molina hizo decir a don Diego de Haro que

Un nieto de Noé les dió nobleza

que su hidalguía no es de ejecutoria.

Estos humos han producido ahora, a favor de la riqueza, una atmósfera irrespirable, pero es de esperar que digieran mis paisanos su riqueza y surja allí la cultura que canta sobre las chimeneas de las fábricas, como diría otro vasco, Maeztu, la que brota de expansión de vida.

Se ha dicho alguna vez que el vasco es triste, y triste habría que creerle, a juzgar por los relatos de Baroja. Yo no lo siento así, sino que aspiro en mi país, y entre los míos, una alegría casera y recogida, y no pocas veces el estallido de gozo de la vida que desborda.

Para alegría, la de mi país; una alegría como la del sol que sonríe entre jirones de nubes, sobre las montañas verdes, al través de la lluvia no pocas veces; una alegría agridulce, como la del chacolí o la sidra. Suele ser la alegría de dentro, no la que el sol os impone, sino la que brota del estómago saciado; no del cielo, sino del suelo. Suele ser la alegría a la holandesa que irradia de los cuadros de Teniers, la de sobremesa, tras pantagruélicas comilonas, no la que se nutre de manzanilla, aceitunas y cantos morunos. Hay que ver en la romería de la Albóniga, sobre Bermeo, cómo los intrépidos pescadores se desentumecen los miembros dando saltos y cabriolas, con una encantadora tosquedad, con la torpeza de gaviotas o alabancos que se pusieran a bailar.

¡Y si viérais una vuelta de romería, allá, al derretirse de la tarde, en los repliegues del sendero, entre las fuertes hayas cuyo follaje susurra extraños rezos! Vuelven cantando y saltando, cogida la moza no pocas veces por el robusto brazo de layador del mozo, riendo cualquier bobada, porque es la risa la que busca el chiste y no éste el que la provoca, abriendo la espita al chorro de vitalidad que desborda como de henchida cuba. De cuando en cuando arranca de un gaznate fresco un sanso o irrintzi, un relinchido, y sube como alondra, esparciéndose por el valle mezclado al rumor del follaje de los robles, y callan los pájaros, y vibra el cielo y se derriba al fin en el ámbito saturado de la santa alegría que del descanso del trabajo brota, aquel latido de un alma sencilla, que vive sin segunda intención y que sólo sabe expresarse así, inarticuladamente, en robusta oración al dios de la alegría y del trabajo, de la alegría seria y del trabajo serio.

No; mi pueblo no es triste; y no lo es, porque no toma el mundo no más que en espectáculo, sino que lo toma en serio; no lo es, porque estará a punto de caer en cualquier dolencia colectiva, menos en esteticismo. El día en que pierda la timidez, cobre entera conciencia de sí y aprenda a hablar en un idioma de cultura, os aseguro que tendréis que oírle, sobre todo si descubre su hondo sentimiento de la vida: su religión propia.

viernes, 27 de abril de 2012

Cartas entre Ricardo Palma y Miguel de Unamuno

Wilfredo Kapsoli

Universidad Ricardo Palma

En el marco del V Congreso de Antropología Iberoamericana Fronteras, organizado por la Universidad de Salamanca del 07 al 10 de mayo del año 2000, pude visitar la Casa Museo de Don Miguel de Unamuno ubicado en aquella hermosa Ciudad de la Ciencia y la Cultura Española. Con la orientación generosa de nuestro amigo Miguel Ángel Perfecto me fue fácil acceder al Archivo del ilustre humanista y hallar las cartas cursadas hacia él desde Lima, por don Ricardo Palma.

La gentileza de la directora de la indicada Casa Museo, dignísima señora Ana Chaguaceda, la invitación del doctor Ángel Espina Barrio y el apoyo generoso de nuestro Rector doctor Iván Rodríguez Chávez, me permiten ahora difundir la transcripción literal -respecto al orden cronológico- de las cartas que fotocopiamos. Estos testimonios se sumarán al caudal del Epistolario de nuestro insigne tradicionista. Temas de interés literario, político y amical son los que sobresalen en dichos textos y son la respuesta o apertura a las misivas de don Miguel de Unamuno, hecho —110→ de conocimiento público en la correspondencia de don Ricardo Palma con un prólogo enjundioso de Raúl Porras Barrenechea que aquí se reproducen.

En otra ocasión analizaremos en detalle aquella amistad intelectual cultivada devotamente por ambos creadores y difusores de la Cultura Hispano-Americana

Surco, abril del 2001.

—111→

Índice de la correspondencia entre Miguel de Unamuno y Ricardo Palma

De Miguel de Unamuno a Ricardo Palma

1.1 De fecha 29 de octubre de 1903

1.2 De fecha 18 de abril de 1904

1.3 De fecha 13 de setiembre de 1904

1.4 De fecha 10 de noviembre de 1905

De Ricardo Palma a Miguel de Unamuno

2.1 De fecha 20 de diciembre de 1903

2.2 De fecha 04 de junio de 1904

2.3 De fecha 02 de octubre de 1904

2.4 De fecha 22 de octubre de 1904

2.5 De fecha 19 de diciembre de 1905

2.6 De fecha 27 de marzo de 1912

2.7 De fecha 16 de febrero de 1913

De Clemente Palma a Miguel de Unamuno

3.1 De fecha 05 de abril de 1904

3.2 De fecha 12 de abril de 1905

3.3 De fecha 21 de diciembre de 1905

Referencias bibliográficas

—112→

1. De Miguel de Unamuno a Ricardo Palma

El Rector de la Universidad

de Salamanca

——————

Particular

Salamanca, 29 de octubre de 1903

Mi estimado señor Palma: Conocía a usted por diversos escritos suyos -las Tradiciones Peruanas, en especial- y los estimaba mucho. Vea, pues, si me habrá sido bienvenida su obra de Papeletas lexicográficas. La anterrotula usted así: «dos mil setecientas voces que hacen falta el Diccionario»... ¡Si no fueran más!

Me dedico, como tal vez sepa, desde hace años a la lingüística de los idiomas neo-latinos; explico en esta Universidad la cátedra de filología comparada del latín y castellano -que estaría mejor llamar Gramática histórica de la lengua española- y cada vez me arraigo más en mis convicciones en punta a lenguaje. Muchos extranjeros se lamentan de no encontrar un inventario de la lengua española, es decir, un registro de las voces todas usadas por escritores y por el pueblo en las distintas regiones. El pecado original de la Academia es aspirar a ser una autoridad que define lo que es bueno y lo que es malo, y no una corporación que investigue el lenguaje. Tan absurdo me parece que niegue entrada a un vocablo usado en extensa región, como el que una Academia de Ciencias naturales rechace a un insecto porque no lo conoció antes.

Dice usted, señor Palma, en su libro, que soy el más fecundo de los neólogos. Puede ser; pero esto arranca del ideal que me he formado del idioma. No riqueza sino fecundidad hay que pedirle. Un idioma no tiene tantas o cuantas voces sino todas las que hagan falta, siempre que la forme uno con arreglo a su índole propia y al modo de composición y derivación normal. Los prefijos y sufijos los tenemos para algo. Y no se diga que a las veces se inventa palabras inútiles, pues producida la dualidad de forma, al cabo se produce dualidad de significado. La palabra juerga que va entrando en circulación, es huelga pronunciada a la andaluza, y tienen ambas muy distintos significados. Con los llamados dobletes (derecho, directo-estrecho, estricto, hastío, fastidio, lidiar, litiga, etc., etc.) se enriqueció el castellano.

—113→

Paréceme que a usted le ha llamado la atención la cantidad de voces nuevas que empleo. Pues bien, muchas las formo con arreglo al espíritu formativo de la lengua misma (metafisiquear, chirigotizar, gramatiquería, fulanismo, etc., etc.), y su legitimidad se basa en que las entiende todo el que las lee. Pero hay otras, las más, que las tomo del pueblo, y que son usuales y corrientes no ya solo en esta provincia sino en el antiguo reino de León. Tales son, por ejemplo: mejer (resolver, mezclar), garullo (pavo macho), cogüelmo (colmo), enfusar (embutir), retuso (reacio, retraído), etc., etc. Y las hay curiosas. El retuso es latín, participio de retundere y el enfusar, un verbo participal, (infusare, de infusus, participio de infundere) por el tipo de osar (ausare de ausus), cantar cantare, (de cantus) (hurtar furtare, de furtus) etc., etc.

Otras son voces científicas a las que extiendo el empleo, como anabolismo.

Tres son, pues, las fuentes de enriquecimiento: 1.º la analogía o formación de nuevos derivados al modo de las ya existentes 2.º Los dialectos y hablas populares, en cuanto no se aparten de la índole general del idioma 3.º La generalización de términos técnicos.

He repasado su libro y le dedicaré artículo en la Lectura, revista mensual de Madrid. Con ocasión de su libro, ampliaré mis teorías lingüísticas sobre neologismos. Gracias, pues por haberme ofrecido coyuntura para ello. Y ya que me ha venido a los puntos de la pluma la voz coyuntura ¿por qué, teniendo descoyuntar, no hemos de tener coyuntar o encoyuntar y envecijar, ya que hay desvencijar?

Mil gracias, señor Palma, por las benévolas referencias que a mi persona atañen en su libro.

Me interesa mucho todo lo que se refiere al movimiento literario de los países americanos de lengua española. Del que más sé es de la Argentina, y luego de Venezuela. Cualquiera noticia que me proporcione acerca de tal movimiento en el Perú -la república de más abolengo, la más tradicional- se la agradeceré muchísimo. De la patria de usted solo conozco al señor Maúrtua y al señor Prada de quien, por cierto hace tiempo que nada sé.

Me felicito de que el envío de su libro sea origen de una relación que me será provechosa y muy grata. Desde luego se le ofrece como amigo su afmo. S.S.

Miguel de Unamuno

—114→

El Rector de la Universidad

de Salamanca

——————

Particular

18 de abril, 1904

Sr. D. Ricardo Palma

Mi muy estimado amigo: Me recuerda el deber en que estoy de contestarle una carta que he recibido de su hijo D. Clemente, para cuyos Cuentos malévolos, que están en prensa, he escrito una carta-prólogo. Por cierto la carta de su señor hijo me ganó la voluntad por el garbo y simpático desenfado con que estaba escrita.

He recibido los libros que me mandó, así como también la Flor de Academias, libro interesantísimo para conocer la sociedad peruana de los siglos XVII y XVIII y de más valor histórico que literario. El Diente del Parnaso está a la altura de lo que en su género se hacía en España, pero es un género que me gusta muy poco, ni aun siquiera manejado por Quevedo.

Sus Recuerdos de España es obra de gran frescura y de un muy sano sentido. Pero lo que no se figurará usted es que fue ocasión de que mi mujer se alarmara cierta noche. Se lo contaré.

Soy hombre de cara dura, quiero decir, de fisonomía poco movible, y así siendo alegre de espíritu, rarísima vez me río por mucha gracia que una cosa me haga. Acababa un día de acostarme cuando a poco entra mi mujer en el cuarto alarmada al oírme reír de tal modo, en carcajada contenida -por no despertar a los niños- que creyó que me había dado algún accidente, y ello era que acababa de leer el chistosísimo cuento del inglés que visitó el colegio de los jesuitas y le contestó el rector aquello de -«a este prójimo lo destinamos a mártir del Japón», que cuenta usted en la tan bien pegada paliza que le propinó usted al P. Cappa. Aquello no solo tiene una gracia extraordinaria, sino que me cogió en las mejores disposiciones para que la entendiera.

Lo que me dice de la testarudez académica es el evangelio puro. Mas aquí cada vez nos hacemos menos caso de la tal Academia y el lenguaje se ensancha y flexibiliza sin contar con ella. Su papel debe aceptar lo que aceptó el pueblo. Pero, por desgracia, lejos de ser una corporación conservadora lo es reaccionaria. Santo y bueno que no se precipite a admitir cualquier novedad, pero es torpeza, no poner el sello a lo que sin él corre. No quieren comprender que oro de ley sin acuñar vale más que oro malo acuñado. No —115→ entienden el liberalismo lingüístico a derechas, sino que plantan aduanas y derechos arancelarios y no quieren poner el marchamo a esto o aquello.

En España no hay un inventario de la lengua española, en que consta cuanto se usa. De esta provincia tengo recogidas cerca de 4000 voces que no figuran en el Diccionario. Muchas de ellas las uso de continuo. Al presente leo libros escritos en ladino que es el castellano que hablan los judíos-españoles unos 500000- esparcidos por oriente (Rumania, Bulgaria, Servia, Austria, Turquía, Grecia, etc.) y lo escriben con caracteres rabínicos ¡Qué riqueza de idioma! Y no es sólo porque conserven voces aquí perdidas (acabo de leer esta, preciosa, afrochiguar (?), por fructificar como zantiguar, averiguar atestiguar, apaciguar, etc. de santificare, averiguare, atestiguare, apaciguare, etc. sino por la libertad con que sujetándose a la analogía y a los principios que rigen la fábrica del castellano forman nuevos y muy ajustados derivados.

Del artículo «Gazapos oficiales» que figura en su libro Cachivaches ¿qué he de decirle, sino que todo aquello me parece de perlas? Generalizando la cuestión cabe decir que en pocos idiomas son más muertas y más absurdas las fórmulas cancillerescas y burocráticas que en castellano lo son. Y es que las más de esas fórmulas carecen de contenido real y sólo sirven a nuestra pereza mental para rellenar huecos sin decir nada. Sucede con esto algo parecido a lo que sucede con la fea costumbre de soltar reniegos, ajos y puerros que no es más que una forma de tartamudez mental. Las tales palabrotas, ripio y cascote de la conversación, sirven de relleno mientras va pensando que ha de decir el torpe en quien el pensamiento marcha muy a rezago de la palabra.

Y así en el castellano hay una enormidad de materia muerta, de detritus y escurrijas, hasta de excreta lingüística, y a la vez mucho tejido conjuntivo y hasta adiposo, y poco sustancial. Tal nos le van haciendo y esos elementos de desasimilación, esas voces y flores muertas, estorban el desarrollo de los elementos embrionarios y en formación, de las voces y giros que se están naciendo. Es un reuma senil. En vez de hacer lo que hacían los clásicos que era de servirse del idioma como de cuerpo vivo y moldearlo, lo tomamos cual coyunt mortum y aquí se cree ser clásico remedando su lenguaje y no su manera de hacerlo. Vea aquí por qué sostengo, y lo sostendré en público, que soy yo escritor más clásico que cuantos contrahacen el habla cervantina o calderoniana o quevedesca. No voy a ellos a tomarles oro sino a aprender de que mina y como lo extrajeron y como lo acuñaron luego. Y uso mi cuño y no el de ellos.

(Se continuará).

Sabe que es muy de veras su amigo.

Miguel de Unamuno

—116→

El Rector de la Universidad

de Salamanca

——————

Particular

13 noviembre 1904

Sr. D. Ricardo Palma

Mi querido amigo: Son ratos de descanso los que puedo dedicar a escribir a amigos como usted. Y por desgracia cada día me escasean más, pues a medida que mi correspondencia crece, mengua el tiempo de que dispongo para mantenerla. Han dado en la flor de traerme, llevarme y asenderearme, en oficio de predicador laico o caballero andante de la Palabra, y recorro esos pueblos y ciudades vertiendo la que yo creo ser la buena nueva. Y menos mal que este verano ha dispuesto de un par de meses para una obra que acerca del Quijote maduraba tiempo hace. Es ello una especie de meditaciones sobre el texto cervantino, unas libres reflexiones y comentarios filosóficos-morales. Lo titulo: «La vida de D. Quijote y Sancho según M. de C. S. explicado y comentado por M. de U». Es libro en que he puesto gran empeño.

Supongo ahí a su hijo D. Clemente y espero noticias de él.

Ha estado aquí una temporada un joven peruano, D. Luis Ulloa, persona discretísima, muy culta y muy simpática, que venía a estudiar archivos por encargo de ese Gobierno. Hablamos mucho de ese país y me dio noticias acerca de él. ¿Hay algún trabajo de conjunto respecto a la literatura chilena, alguna revista de toda ella, algo así como una historia suya?

Ando metido en multitud de labores y ya me parece que en muchos años no gozaré de gran descanso. Es lo obligado, y la situación de España así lo exige de sus hijos.

Salude a su hijo y cuente siempre con el afecto de su amigo.

Miguel de Unamuno

Voy a publicar en La España Moderna ensayos lingüísticos.

—117→

El Rector de la Universidad

de Salamanca

——————

Particular

10 noviembre 1905

Sr. D. Ricardo Palma

Mi buen amigo: Adjunto carta que quiero que haga llegar al joven José de la Riva Agüero, cuya tesis acabo de leer. Aunque ya en mi carta le felicito, felicítele usted de mi parte. Pocas veces he leído un trabajo en que se revela mejor buen sentido, más independencia de juicio y más sereno sentido crítico. Y además la tal tesis me viene de perillas, pues ha de servir para un largo artículo en la Esfera, en que tomando pie de lo que el joven Riva Agüero dice, diga yo, por mi parte, muchas cosas que me bullen cerca de las literaturas hispano-americanas, de su carácter y originalidad, de su mayor o menor hispanismo, de afrancesamiento, etc. y también acerca de usted y de sus deliciosas Tradiciones y del Sr. González Prada.

Al final de un despiadado estudio que dedico al horrible libro del Sr. Vicuña Subercaseaux La ciudad de las ciudades (modelo de snobismo afrancesado) hago ya honrosa mención de la tesis del joven La Riva Agüero y anuncio el estudio que he de dedicarlo.

A otra cosa. El silencio que acerca de ello guarda usted en su nota, me hace sospechar que acaso no ha llegado a sus manos el ejemplar de mi Vida de Don Quijote y Sancho que en el mes de mayo le remití. Dígamelo para que repita el envío. Es mi obra y va, aunque poco a poco, abriéndose camino.

Otra cosa más. Me interesaría poder tener ahí un librero con quien entenderme directamente y a quien encargar de la propaganda y venta de mis libros en esa república, en las condiciones que él estimase convenientes. ¿A quién me recomienda usted? Me gustaría enviarle pronto alguna remesa de mi ya citada Vida de D. Quijote y Sancho, mi obra capital.

De quien nada sé es de su hijo D. Clemente. Dígale que me dé señales de vida, y que sepa yo de sus andanzas y fortunas.

Usted sabe que de veras le estima su amigo y atento lector

Miguel de Unamuno

—118→

2. De Ricardo Palma a Miguel de Unamuno

Lima, 20 de diciembre 1903.

Señor Don Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca

Mi muy distinguido señor y amigo:

Gratísima sorpresa tuve, ha tres días, al recibir su amabilísima carta del 29 de octubre, que termina dándome el dictado de amigo, que acepto con orgullo y correspondo con agradecimiento.

Las teorías lingüísticas de usted armonizan por completo con las mías. Pienso como usted que no es riqueza sino fecundidad lo que necesita el idioma.

Mi idiosincrasia es un suncho rebelde a todo lo que encarne imposición autoritaria. De ahí viene el que desde 1892, en que estuve en Madrid enarbolara bandera de rebelde contra la Academia, reacia para aceptar toda evolución en el lenguaje. Para mis compañeros de Academia fui un hereje vitando, digno de la hoguera inquisitorial. Pocos, muy pocos fueron los que me escucharon con simpatía o con benevolencia. Por si usted no conociere mi librejo Recuerdos de España, en que me ocupé de estas contiendas académicas, le remito hoy un ejemplar.

La intransigencia académica, de la mayoría, ha dado por fruto el que tres de las Academias correspondientes americanas se hayan declarado en receso. Tenemos derecho, los hijos del mundo que descubrió Colón, a que nuestras voces más usuales y las acepciones que a vocablos antiguos damos, adquieran carta de naturalización en el Léxico. Hasta cierto punto es labor de hispanófilo, más que de americanos, la por mí emprendida. Dudo que la Academia se obstine en persistir en sus intransigencias. Hoy los Tamayo y Commeberán entiendo que son minorías y que los Benot, Valera, Galdós y Cortázar se hacen oír. Y que en esta vez mi decisión por los neologismos y por la admisión de verbos sin fundamento excluidos tendrá éxito completo, me lo hacen esperar no sólo más de una docena de cartas que de los compañeros he recibido, sino hasta la oficial del Secretario perpetuo avisándome recibo del libro.

—119→

Hoy por hoy, mi respetable señor Unamuno el Diccionario nos es del todo inútil a los americanos. Y luego en punto a definiciones, abundan las disparatadas, principalmente cuando se echan a definir los pocos americanismos por la comparación considerados. Aquello de enmendarnos la palabra acentuando las voces cachua, quichua o quechua, tienen ribete de insolencia.

Lo discreto, lo juicioso es que España en donde tal vez no exceden de cinco millones los que tienen el castellano como idioma regional, deje de ser intransigente para con los cuarenta millones de americanos. ¿Qué ganará con que, así como rompimos el yugo político, nos independicemos también del vínculo lingüístico?

La Biblioteca Nacional de mi cargo recibe mensualmente La Lectura, publicación muy notable a la que está suscrita. En ella leo constantemente los juicios interesantísimos que usted da a luz sobre los nuevos libros. Anticipo a usted mis agradecimientos por el artículo con que va a honrarme en el cuaderno o fascículo de noviembre.

En otra oportunidad daré a usted pormenores sobre el movimiento literario en mi país, que hoy lo estimo en decadencia. La nueva generación se siente atacada por la fiebre del mercantilismo. Raro es el joven que no aspira a ser hombre práctico, esto es acaudalado. Con las letras nadie hace caldo gordo en América.

Maúrtua está enfrascado en el periodismo político y en la vida palaciega, por ser muy amigo personal del nuevo presidente de la república. Gonzáles Prada, muy tarde en tarde, nos hace saber que vive, lanzando alguna bomba cargada con (?) desde las columnas de algún periódico de oposición.

Crea usted, mi señor don Miguel que tendrá viva satisfacción en cultivar correspondencia con usted, éste su admirador y amigo afectísimo que le besa la mano.

(Fdo.) Ricardo Palma

Hoy prevengo a Fernando Fé mi librejo en Madrid que obsequie a usted en mi nombre, un ejemplar de Flor de Academia, obra que le bastará para formar concepto de la literatura peruana en los siglos XVII y XVIII. Como apéndice al libro están las poesías del limeño Juan de Caviedes y su Vienen del paraíso, contra los médicos. Lea usted romances que no desdicen de los de Quevedo.

—120→

Lima, 4 de junio de 1904.

Señor don Miguel de Unamuno

Mi muy bondadoso amigo. Correspondo a su amable carta del 18 de abril, recibida ayer. Recién he tenido noticias de la benevolencia de usted para con mi hijo Clemente. Por el vapor llegará dentro de tres días, espero recibir ejemplar del librito y tendré el gusto de leer la carta prólogo de usted, que tengo para mí ha de parecerme muy sabrosa. Clemente debe haber salido de Barcelona en la primera quincena de mayo y poco adelante estará en Lima en 20 ó 25 días más. Ha permanecido dos años y medio en Europa y ya es tiempo de que venga a servir en su patria. Se casó en Barcelona y ya me ha forzado a releer el Arte de ser abuelo por Víctor Hugo.

Compláceme saber que en la lectura de unos de mis libros, encontró usted algo que despertara su hilaridad. Pida usted, en mi nombre, mil perdones a la señora, por haberla, involuntariamente, proporcionado una alarma, que cargaré en cuenta a los Jesuitas con quienes siempre he vivido a mátame el potro que de matarme he la yegua.

Paréceme que en la Academia empiezan a dominar ideales y propósitos menos autoritarios y anticuados. Júzgolo así por lo que me dicen en sus cartas varios académicos. Hasta el padre Mir es ahora un tantico liberal, en lo que habrá influido su divorcio de la compañía de Jesús. Me dice el esbozotista que hay que rehacer el Diccionario, y que él tiene más de 40000 papeletas con voces que deben figurar en el léxico.

Luego querré charlar con usted, pero lo dejaremos para otra ocasión, pues hoy tengo mucho correo y el tiempo me viene muy estrecho, si bien no tanto que no me deja campo para repetir a usted que soy muy suyo admirador y amigo afectísimo.

(Fdo.) Ricardo Palma

—121→

Lima, 22 de octubre de 1904.

Señor Don Miguel de Unamuno

Salamanca

Muy querido maestro y amigo:

Una hermosa y distinguida señorita de Lima casi compatriota de usted, pues es hija de un caballero español, me hace el honor de creer que con mi mediación obtendrá de usted que le firme una portada. Pienso que más que mi mediación lo que influirá para que usted la complazca es su genial benevolencia (nota personal de usted) y su exquisita galantería (distintivo en raza). De todos modos, mi sabio amigo, y para hacerme el interesante, me permito recordarle el vivo deseo de la señorita Grana de poseer una postal con la valiosa firma de usted.

Muy pronto le escribiré a usted una larga carta sobre asuntos literarios. ¿Ha publicado usted sus Ensayos?

Enviole mi agradecimiento anticipado.

Le quiere y respeta tanto como le admira su amigo muy adicto y seguro servidor que le besa la mano.

(Fdo.) Ricardo Palma

—122→

Lima, 19 de diciembre de 1905.

Señor Don Miguel de Unamuno (Salamanca)

Mi respetado y buen amigo:

Ante todo deseo a usted mucha ventura personal en el nuevo año que ya asoma las narices.

Paso a contestar su afectuosa del 1.º de noviembre.

Di su carta al tan inteligente e ilustrado como simpático joven Riva Agüero, que en esta semana ha rendido sus exámenes universitarios de segundo año de Jurisprudencia. Quedó contentísimo con las frases de aliento y simpatía que usted le brinda y me dijo que por este vapor le escribiría.

Este jovencito, pues aún no ha cumplido los veintiún años que la Constitución de mi tierra exige para ser ciudadano y ejercer derechos civiles, es biznieto del famoso Riva Agüero a quien Bolívar en 1823 destituyó de la presidencia del Perú, apresándolo y enviándolo al destierro. El Mariscal Riva Agüero, como escritor, entintaba su pluma en hiel, como lo comprueban los dos tomos que bajo el seudónimo de Prugonena (anagrama de Un Peruano) publicó en Europa.

Su biznieto, nuestro amiguito, por esa ley misteriosa de los contrastes, usa almíbar por tinta. Es un muchacho verdaderamente feliz. En España tendría hasta los oropeles de título de Castilla, pues por la sábana de arriba y por la de abajo, tiene marquesados y condados a granel, antiguallas a que él no da ni pizca de importancia, porque es republicano ardoroso, convencido, que es lo mejor. Hijo único de padres acaudalados, no se le conoce más pasión que la del estudio, y jamás se cita su nombre en devaneos de muchacho. Como el médico de su familia le ha prohibido que lea de noche él paga dos lectores de nueve a once de la noche. Lo que había de gastar en teatros, clubs y diversiones lo emplea en libros. Tiene ya muy escogida y copiosa librería. Sus dos amigos más íntimos son mi hijo Clemente, que ya acaba de cumplir la edad de Cristo ha quince días que casó en España y que ya es padre de dos chiquillas, y Francisco García Calderón de veintidós años y su compañero de estudios en la Universidad, que es también un intelectual distinguidísimo pero sobre el cual (en los últimos cuatro meses) se está ensañando la desgracia, lo que tiene muy afectado a Riva Agüero. Como usted se interesa por García Calderón lo informaré a vuela pluma de lo que le pasa a este notable joven.

Es hijo del doctor don Francisco García Calderón, autor de una obra monumental Diccionario de Legislación peruana -2 volúmenes, en folio menor, cuya segunda edición se hizo en Madrid, cuando don —123→ Francisco fue de puesto de la presidencia del Perú por los chilenos y llevado prisionero a Chile, de donde pasó a Europa. García Calderón era el Director de la Academia peruana correspondiente de la de Madrid.

Desde julio de este año empezó a sufrir el joven García Calderón de una neurastenia aguda que agrió su carácter y lo mantenía en perpetua lucha doméstica con algunos de sus parientes. A principios de septiembre y siguiendo los consejos médicos, su madre, lo envió a Chile donde era casi seguro que se restablecería con sólo la influencia del clima y la tranquilidad de espíritu. Yo tengo experiencia de esto; pues no hace un año envié a mi hijo Vital Palma, un pollito de 18 años, a sanarse de una neurastenia; y sin necesidad de drogas de botica regresó como nuevo completamente curado, a los cuatro meses. Fatalmente cuando apenas, llevaba el joven Calderón ocho o diez días en Chile le llegó un cablegrama (acépteme amigo Unamuno la palabreja) avisándole que su padre había tenido una recaída en la dolencia crónica que padecía. En la tarde de ese día zarpaba Vapor para el Perú y sin pérdida de tiempo se reembarcó el viajero para llegar a su casa diez días después cuando, fatalmente hacía cuatro horas o cinco que su padre había fallecido. Después, los disgustos de ordenamiento doméstico no amainaron y la neurastenia progresaba. Hace diez días acompañado de Riva Agüero, vino a hacerme una visita en mi escritorio y me afligió su aspecto. Le aconsejé que fuera a dar paseíto por Europa donde su curación era segura, y me contestó que en eso pensaba pero que hasta la primera quincena de enero no le sería posible embarcarse. Ha seis días supe por noticia crónica de un diario que había intentado suicidarse, pero que felizmente había esperanzas de salvarlo. La crónica de esta mañana lo da ya por libre de peligro. La desaparición de este joven dejaría un puesto irremplazable entre los intelectuales de la actual generación. Hace usted bien en estimar su talento e ilustración, a los que modestia ingénita da mayor realce.

Hasta dentro de cuatro días no me llegará la Lectura correspondiente del mes de noviembre para darme el gustazo de leer el artículo de usted sobre el chiflado Vicuña Subercaseaux. Ya Clemente le había dado un vapuleo en Prisma, revista literaria de Lima en la que él escribe. Me ha ofrecido enviar a usted el número para que ría un poquito, y a la vez se disculpará ante usted por su genial pereza epistolar.

Gonzáles Prada (radical) y yo (liberal) vivimos alejados y sin cambiar saludo desde 1890. En un discurso lanzó esta frase de adulación para los muchachos inquietos -Los viejos a la tumba y los jóvenes a la obra-. Yo, que aún tenía nervios irritables y sangre fosfórica pues peinaba 57 febreros, refuté su frase en un artículo al que don Manuel no quiso contestar, encomendando a la jauría de sus devotos alborotadores —124→ que amasasen el lodo de las calles y me lo echasen a la cara. Hoy Gonzáles Prada se aproxima a los 60 diciembres, y no sé si aún sostendrá aquel su aforismo. Ahora escribe rara vez, perseverando eso sí en su radicalismo doctrinario. Yo tengo, aunque no nos ligue afecto personal, estimación por su talento y hasta por sus exageraciones literarias, como las que atañen al idioma. Lo que no soporto son sus versos, que él bautiza con el nombre de rondeles, ni su germanismo o alemanismo poético. Lo nervioso de su prosa, un tanto afrancesada, me gusta mucho. En cambio, él dice que mis arcaísmos lo estomagan y que debo escribir no en prosa rancia, sino en el castellano que todo el mundo visa o estila en nuestro siglo. Cuestión de gustos en la que no entro ni salgo.

Todos los libreros, en el Perú, son una grandísima canalla y principalmente los libreros españoles. Ahora un joven catalán, don Juan Boix Ferrer hizo a principios de año, una quiebra estrepitosa, en la que Fernando Fé, de Madrid, ha caído en más de 30000 pesetas y Montaner y Simón de Barcelona en más de 70000. Diversos acreedores reclaman muy cerca de 200000 pesetas. En años anteriores quebró otro español Gasolo y también un Gala y no recuerdo el nombre de otros. No me atrevo a recomendar a usted librero alguno. La librería verdaderamente correcta en sus negocios es la francesa de Rosas, que no quiere vender libros españoles. A esto se agrega que, en mi tierra, se lee poco y aún eso de prestado. Lo único que tiene caudal de suscritores es la Ilustración artística de Barcelona (por un boletín de Modas). De Madrid me remite mensualmente Fernando Fé La España moderna, la Lectura, Blanco y Negro, Gente vieja, Gedeón y los Boletines académicos y científicos. Los pocos que algo leemos lo pedimos directamente de España. Allá los libreros saben a qué personas de Lima han de enviar sus catálogos. Yo sé de varios que constantemente piden los libros de usted. Amigo don Miguel Usted y Pérez Galdós (como antes Valera, Zorrilla, Campoamor y Núñez de Arce) son los únicos escritores españoles que, en la actualidad, tienen prestigio entre la juventud. El valenciano Blasco Ibáñez, autor de La bodega y de La horda empieza también a tener lectores.

No mi querido amigo. Mi silencio no ha sido por desdén a su notabilísimo libro Vida de don Quijote y Sancho, sino por falta de tiempo para escribirle pues con usted no debo ni puedo, ni quiero ser lacónico. Había ya leído el ejemplar que me envió Fernando Fé, cuando recibí el que usted tenía la amabilidad de obsequiarme. Empezaré por decir a usted que su libro fue para mi espíritu como gotas de rocío que lo refrescaron de la impresión amarguísima que en él dejara otra lectura que sobre Cervantes acababa de hacer. Quizá habrá usted adivinado que me refiero al escandaloso libro de Cotarello y Mori. Paréceme que Cotarello no ha hecho obra de patriotismo difamando con esa publicación al hombre —125→ que más queremos y admiramos, los cultivadores de la lengua castellana. Ni España, ni las letras españolas, ni la posteridad necesitaban la exhibición de tanto y tanto documento empequeñecedor del hombre ilustre y acaso hasta de una gloria. Sepan ustedes -nos dicen los documentos- que el gigante fue un enano de los más ruines, alcahuete de sus hermanas y de su sobrina doña Constanza, que traficó con su hija doña Isabel, vendiéndola al personaje que la dotó señalando al padre recompensa en la escritura natural, y... basta de suciedades. Yo creí que España entera, indignada protestaría contra el libro de Cotarello, como protestó contra el académico-autor cuando la denuncia de la estafadora francesa.

El libro de Cotarello me había producido las mismas náuseas que en una lavadero nos provoca la ropa sucia. A Dios gracias el libro de usted ha venido a embelesarme; qué sabrosas las semejanzas que usted nos presenta con pasmosa oportunidad, entre el caballero andante que bautizó Cervantes con el nombre de don Quijote, y el fanático aventurero que la estulticia humana venera en los altares con el nombre de San Ignacio de Loyola. Dice usted en su Libro cosas pasmosamente nuevas, y que son grandes verdades, como aquella de que el acto mayor de humildad es el de un Dios que crea un mundo para que se lo critiquemos (pág. 51) la manera de expresión colectiva de mi pueblo es un modo de rebuzno (pág. 202). Dios se alimenta de la fe que en Él tenemos los hombres (pág. 193). No se puede ser rico viviendo de mentira (pág. 177). Y en fin, tendría para rato si fuera a hablarle de todo lo que en su libro me ha gustado, y que en apostillas marginales ha marcado mi lápiz de lector. Lo que me trae maravillado es que los Mazera, los Nozaledas, los Azcurragas, los Polareja y demás fanáticos de copetes, no hayan hecho caer sobre usted partiéndolo por el medio con la excomunión mayor, por lo que en las páginas 116 y 117 escribe sobre la eternidad de la pena y sobre la condenación, así como por la socarronería con que en la página 133 prueba con el testimonio del evangelista que Cristo tuvo hermanos que no fueron del Espíritu Santo sino de varón. Aquello de la diosa ¿corredecciona? (pág. 379) también tiene bemoles.

Llevo más de tres horas de plumear en el tintero. Si tuviera tiempo y vigor lírico como tengo voluntad, crea usted que no levantaría la pluma del papel pues su libro me daría telas y no poca para el aplauso.

En la semana próxima voy a publicar un artículo en el periódico sobre El Quijote en América, se lo remitiré en recorte.

Es siempre muy de usted, admirador y amigo afectísimo

(Fdo. Ricardo Palma)

—126→

Lima, 27 de marzo de 1912.

Señor don Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca

Mi muy querido amigo:

Convaleciente de una de mis graves dolencias de octogenario, el médico me ha vedado emborronar papel y es, por lo tanto, fatigoso para mí el dictar esta carta. Atribuya usted a eso mi forzado laconismo de hoy.

Por la lectura de periódicos que le acompaño, se informará de la grandiosa ovación que la buena y culta sociedad de mi tierra acaba de tributarme; pero lo que no encontrará usted claramente explicado es lo que motivara mi renuncia de la Dirección de la Biblioteca Nacional que, destruida por la invasión chilena en 1881, fue restaurada por mí en el lapso de tiempo corrido desde 1883. El reglamento de la Biblioteca, expedida en 1884, establecía que el Director tenía la prerrogativa de proponer al gobierno los empleados, prerrogativa que respetaron todos los gobernantes. Mi hijo Clemente, a quien usted honró con un delicioso prólogo, desempeñaba un empleo en la Biblioteca de mi cargo desde hace muchísimos años, y además redactaba un semanario político-social-literario titulado Variedades, publicación que aparece en Lima todos los sábados y que tiene gran aceptación. Al presidente de la República le mortificaron algunas editoriales de Clemente, y en la tarde del 13 de febrero recibí un oficio del Ministerio en que se me comunicaba que quedaba separado de mi puesto en la Biblioteca y reemplazado con un don N., completamente desconocido para mí. Mi contestación inmediata fue que, no aceptando por decoro de mi persona y dignidad del puesto la imposición de un empleado con desconocimiento de mi prerrogativa, como Director, hacía dimisión del puesto. El Gobierno decretó que no aceptaba mi renuncia por estar ampliamente satisfecho de mí, pero dos días después expidió un decreto declarando abolido el artículo reglamentario e imponiéndome al mismo candidato rechazado por mí. Ante tan burlesco procedimiento del gobierno, mi segunda renuncia se imponía y fue aceptada y nombrado para reemplazarme don Manuel Gonzáles Prada, literato personalmente conocido por usted. La opinión pública y la prensa de todos los partidos, exceptuando la gubernamental, se pusieron de mi lado; y de allí surgió la idea de tributarme como desagravio social la velada fastuosa que, en periódico le acompaño. De todas las provincias por cartas, telegramas e impresos me llegan constantemente manifestaciones de simpatía y de aplauso por mi comportamiento.

—127→

Crea usted, amigo Unamuno, que estoy contento y hasta orgulloso con las múltiples manifestaciones sociales de afecto y de consideración respetuosa de que tan pródigos han sido para conmigo mis compatriotas especialmente la juventud universitaria.

En cuanto a mi condición rentística ningún perjuicio me ocasiona la distribución, pues la ley me acuerda la cesantía de 3111 duros al año.

Pienso establecerme con mi familia en Miraflores, bonito balneario que dista una legua de Lima y cuyo clima influirá en el mejoramiento de mi salud ya muy quebrantada. Le estimaré que siempre que quiera favorecerme con su correspondencia la rotule así: Don Ricardo Palma-Lima-Casilla 1112.

Sabe usted que lo quiere muy cordialmente su viejo amigo

(Fdo.) Ricardo Palma

—128→

Miraflores (Lima) 16 de febrero 1913.

Señor don Miguel de Unamuno

Rector de la Universidad de Salamanca

Mi muy querido amigo:

Realmente que me había sorprendido su prolongadísimo silencio, pues ha más de año y medio que no disfrutaba de la satisfacción de contestar carta suya no obstante haberle escrito en marzo del año anterior y remitiéndole periódicos relacionados con las desazones que me ocasionara el gobierno de mi tierra, desazones, que hasta cierto punto me enorgullecen.

Desde el 1.º de abril acatando formal prescripción médica he trasladado mi residencia al balneario de Miraflores a cinco millas de distancia de Lima. Algo que no mucho he ganado en salud.

El 7 de febrero quedé inscrito como octogenario, pues nací en 1833 y fueron muchas las manifestaciones de cariño social que en ese día se me prodigaron. Lo más serio de mi enfermedad es la prohibición médica de ocuparme en nada que represente labor intelectual y gracias que mi Hipócrates me consiente todavía dictar a mis hijas las cartas a que me es indispensable dar respuesta.

Para que forme usted concepto de la indignidad que para conmigo gastara el gobernante de mi tierra, le acompaño un folletito. Hágame el favor de leerlo.

En cuanto a Gonzáles Prada bástame decir a usted que es un hombre roído por la envidia. Siempre le ha quitado el sueño eso de que mi nombre y mis escritos sean tan conocidos en España y en América. Hace poco más de un cuarto de siglo que entre él y yo no había ni cambio de saludo, en la calle ni en sociedad. Lea usted el parágrafo final del folletito, y estoy seguro de que le producirá náuseas el pseudo hombre de Letras. Un refrancito popular dice que la ropa sucia se lava en casa, y como para mí no es otra cosa don Manuel sólo envié del folletito seis ejemplares a peruanos residentes en París, tres a peruanos residentes en Londres y ocho también a compatriotas que se encuentran en Italia y otras naciones de Europa. El que hoy le —129→ acompaño es el único remitido por mí a España.

La falta de costumbre para dictar me imposibilita el hacer expansiva, como había deseado, esta carta. Pero ello no obsta para decir a usted que he agradecido infinito los delicados y afectuosos conceptos de su carta.

Sabe usted que soy muy suyo agradecido y octogenario amigo que cordialmente lo quiere y envía un abrazo.

(Fdo.) Ricardo Palma

—130→

3. De Clemente Palma a Miguel de Unamuno

París, 05 de abril de 1904

Señor don Miguel de Unamuno

Salamanca

Muy respetado amigo:

Recibí en Barcelona, la víspera de venir a París (por pocos días) su magistral carta-prólogo. Ya imaginará usted el gran regocijo que he tenido y la inmensurable gratitud que por usted siento, con una chispita de despecho ¿por qué? Sencillamente porque lo que más vale de mi librito es precisamente lo que no es mío: el prólogo. El talento tiene inconscientemente insolencias despóticas. Usted sin esfuerzo y en breve rato, ha sacado de sus crisoles de alquimista eximio del buen decir rica y valiosa piedra para engarzarla en la tosca joya malamente cincelada por mí en luengas horas y tras de sudores y esfuerzos y penosos trabajos de forja. Muchas, pero muchas gracias, mi sabio y bondadoso amigo por su discreta carta, tan profunda y sustanciosa, tan benévola y tan sazonada de paradojas adorables. Con esta me propongo únicamente acusarle recibo. Hay tanta médula en su carta, es un semillero tan surtido de ideas y de temas discutibles que tengo la cabeza atestada de cosas de las que más tarde, es decir, cuando regrese a Barcelona, que será pasado mañana, escribiré a usted una carta más larga disertando aunque sea brevemente sobre algunos de sus conceptos. Repito, maestro, este es sólo un aviso de recibo. Reciba usted, mi excelente amigo, (¿me lo permite?) un abrazo de su admirador y servidor agradecido.

(Fdo.) Clemente Palma

—131→

Barcelona, 12 de abril de 1905

Señor don Miguel de Unamuno

Salamanca

Muy distinguido maestro:

Como no hallo la forma o manera de comenzar esta carta con circunloquios para suavemente caer en una pretensión, empezaré por exponerle lisa y llanamente ésta. Después usted dirá ¿Quiere usted, señor de Unamuno tener la amabilidad de honrar mi librito titulado Cuentos malévolos del que le adjunto los pliegos con un prologuito, cartita literaria, juicio rápido o lo que sea. ¿Qué con qué título (dirá usted) me presento ante usted para pedirle tan señalado favor? Con ninguno en verdad, puesto que el ser antiguo admirador de lo que usted escribe y ser mal escritor americano no son realmente títulos para solicitar de usted que pierda un cuarto de hora o poco más en llenar cuatro cuartillas en los que diga que mi librito es la octava maravilla o un fárrago de sandeces, que tengo talento o que tengo el piso alto desalquilado. En fin, señor de Unamuno usted dirá, si la lectura de esos pliegos que le remito le inspiran indulgencia para con este prójimo recurrente y si accede usted en prologarle su librejo, perdonándole la desfachatez con que lo solicitara de usted.

Como datos personales direle, señor que hace seis u ocho años me ha dado el naipe por escribir, que publiqué un librejo de crítica (qué se agotó) al que Clarín se dignó dedicar un palique agradable; que tengo 31 años, que soy doctor en Filosofía y Letras (me permito remitirle un ejemplar de mis tesis); que desde hace dos años soy cónsul del Perú en Barcelona y que mi padre es don Ricardo Palma, escritor peruano del cual se tuvo usted la bondad de ocuparse recientemente, con motivo de su último libro Papeletas lexicográficas.

Me he permitido dedicar a usted uno de los cuentos titulado «El hijo pródigo». El librejo contendrá dos o tres pliegos más con la conclusión del cuento pendiente y otro cuento más.

Una majadería más, necesito ir al Perú en el mes próximo y quisiera que el libro estuviera editado para esa época. Ya me parece señor Unamuno verle estallar de indignación -No sólo es usted bellaco como impertinente señor mío ¿Quiere usted que abandone mis clases, mis labores de rector, mis —132→ lecturas, mis libros, mis correspondencias y mis infinitos trabajos por prologar esas cuatro vaciedades que me remite usted ¡Vaya que es usted fresco!-. Aguanto el chubasco, inclino la cabeza y quedo esperando sus órdenes suscribiéndome su admirador y servidor adicto que le besa la mano.

(Fdo.) Clemente Palma

—133→

Lima, diciembre 21 de 1905

Señor don Miguel de Unamuno

Salamanca

Queridísimo maestro y amigo:

Ha de imaginarse usted que en virtud o mejor dicho en vicio de una indolencia bien censurable he olvidado las protestas de leal y buena amistad que le hiciera en horas de bullente y entusiasta gratitud inspirada por el bondadoso prólogo con que honró mi librejo; hecho el servicio desvaneciéronse las buenas intenciones. Pero no es así mi señor don Miguel, puede usted creer que en mi destartalado barco están perennemente encendidos los fanales de mi admiración y de mi cariño respetuoso al bondadoso maestro que me obligó con sus consejos, me ganó con sus amabilidades y me sedujo con el brío y la sustancia de su talento verdaderamente excepcional y típico. Y no quiero insistir más en probarle, mi ilustre maestro, que mucho le quiero y mucho le admiro, porque bien sabe usted que en la América Latina sólo le desestiman y le guardan inquina los despenados.

Mucho me alegro de haber sentido la misma impresión que usted con el libro de un señor Subercaseaux, chileno, titulado La ciudad de las ciudades. Digo esto únicamente por lo que apunta usted en sus cartas a mi padre y al señor Riva Agüero, pues aún no he leído su juicio publicado en La Lectura. Estoy ansioso por leerlo así como el juicio sobre la sustanciosa tesis del joven Riva Agüero. Espero que el próximo correo traiga esa revista. El snobismo un tanto ridículo y el chilenismo del señor Subercaseaux me hicieron tan mala impresión que resolví no ocuparme del libro y limitarme a tomarle ligeramente el pelo a ese señor.

Después de los Cuentos malévolos no he publicado nada más. En preparación tengo varios librejos que publicaré más tarde cuando tenga tranquilidad para corregirlos, dinero para imprimirlos y entusiasmo para tomar el asunto con amor. No recuerdo si alguna vez le remití mis tesis del bachillerato y doctorado en Letras y Filosofía. Se las mando, aún cuando sean cosa fiambre pues datan de 1897. También le envío un ejemplar de una revista literaria que se publica en Lima, Prisma, del que soy uno de los redactores. Esta revista incondicionalmente está a las órdenes de usted y en adelante haré que se la envíen. No me atrevo a pedirle nada para ella porque sería abusar; no obstante... me insinúo simplemente. Próximamente publicaré un retrato —134→ de usted y a nadie le consentiré que me arrebate el gusto de escribir sobre la personalidad literaria más simpática de España. El último trabajo un poco serio que he publicado es un estudio sobre un poema español (muy malo) sobre la conquista y las guerras de Almagro y Pizarro escrito a mediados del siglo XVI. Actualmente tengo la dirección de El Ateneo, órgano de esta institución. Le remito también ejemplar del último número. En el número próximo que saldrá a principios de Enero reproduciré el artículo de usted sobre el libro de Riva Agüero.

Con quien tengo el gusto de hablar con frecuencia de usted, mi querido maestro, es con Luis Ulloa, que le profesa gran admiración y cariño. No me perdono la torpeza de haber iniciado nuestra amistad en vísperas de abandonar España, cuando ya no me era posible ir a Salamanca a visitarle y conocerle personalmente. Siento los deseos más vivos de regresar a la tierra de usted y, si se realizan ciertas esperanzas que acaricio, confío en que dentro de dos o tres años podré regresar a España y entonces, maestro, no será flojo el abrazo que daré a usted.

Tengo para saborear y deleitarme el libro de usted Vida de Don Quijote y Sancho, del que oigo a mi padre hacer elogios entusiastas.

Sin otro particular por ahora le saluda con todo afecto su admirador y amigo adicto que le besa la mano.

(Fdo.) Clemente Palma

—135→

4. Referencias bibliográficas

Transcripción de los manuscritos de las cartas de Ricardo y Clemente Palma a don Miguel de Unamuno, cuyos originales forman parte del Archivo de la Casa Museo del ilustre humanista español.

Epistolario de Ricardo Palma. Lima Ed. Cultura Antártica, 1949, Tomo II, pp. 349 al 400.

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA

CENTRO VASCO LIMA