Años más tarde El Imparcial de Lima volvió a insistir sobre
la coronación de Palma. Este respondió: “Mujer, no me quieras tanto o quiéreme
con talento”. Bretón de los Herreros.
Por Dios, señores de El Imparcial ¿Qué daño he inferido a
ustedes para que con su idea inconveniente de coronación me expongan a cosechar
desazones y sobre todo ridículo? ¡Bonita está la Magdalena para tafetanes!
Buenos están los tiempos para coronaciones de parroquia.
Yo blasono de no ser modesto, pues en uno de mis libros he
estampado que la modestia es el tartufismo de la vanidad. Pero mi inmodestia no
llega hasta el punto de agradecer a ustedes que hayan puesto mi nombre en la
picota con su apasionada iniciativa. El afecto que me dispensan los ha
extraviado.
Yo combatí la coronación de mi queridísimo amigo y compañero
Luis Cisneros, iniciada por José Santos Chocano y Juan Francisco Pazos, porque
no deseaba para tan meritorio e ilustre poeta una coronación de campanario sino
nacional, esto es iniciada por todas o la mayoría de las municipalidades de la
república. Así fueron en España las coronaciones de Quintana y de Zorrilla. Eso
sí revestía seriedad.
¿Y yo que me opuse a la de mi inolvidable Luis habría de contradecirme
ahora porque se trataba de mí ya valetudinaria persona? No mojen, que no hay
quien planche, amigos míos.
¡Buenos están los tiempos de pobreza franciscana que vivimos
y de barullópolis política en la que apenas si hombre con hombre para que las
municipalidades perdieran tiempo en cosas frívolamente halagadoras de la
vanidad individual!
No, amigos míos. Déjense ustedes de candideces como gráficamente
dicen los criollos de mi tierra. Risible es, que en país todavía de
analfabetos, nos pirremos por imitar a naciones más cultas y avanzadas.
Como mi tirano, doctor Velásquez, no me consiente emborronar
papel, dejé pasar sin varapalo aquello de los juegos florales que tanto
tuvieron de florales como yo de fraile camandulense. Bonitas frases encontró en
su fantasía Morales de la Torre, el manenedor, pero que nos venían tan a pelo
en Lima como una bombarda en un altar mayor. Mi compañero don Eugenio1 que es
gallo con espolones recios, apenas si batió el ala sin revelar más que condescendencia
y no fervor por los tales jueguitos. Menos malo, mes siquiera sirvieron de
pretexto para enaltecer y alentar a un notabilísimo poeta como el joven José
Gálvez en quien admiro y aplaudo altísimas dotes literarias.
Uno de los inteligentes y simpáticos jóvenes de El Imparcial
me pidió una copia fotográfica de mi estampa. Creyendo que se trataba solo de
reproducirla con las de los otros dos caballeros designados para el comité que
ha de encargarse de honrar los restos del sabio Barranca, lo autoricé para que
pidiera una tarjeta a mis hijas, lo que ciertamente no habría autorizado a
sospechar que aparecería encabezando el editorial coronativo.
Yo soy viejo que ama mucho a la juventud intelectual, que se
siente complacido y hasta orgulloso con las reiteradas manifestaciones de
cordial afecto que esta le prodiga. Pero les ruego que, más que con el corazón
me quieran con la cabeza.
Mi amigo el general La Puerta, hablando de su retraimiento,
decía: “quiero ver cuántos años vive un general bien cuidado”. A mi vez yo
digo: quiero ver sobre los 26 años que llevo en el sillón de bibliotecario,
cuántos meses o años más consigo vivir sin contrariedades, pues la serían y
grandes para mí el que ustedes persistieran en su inconveniente propósito. Lo
estimo en mucho pero no lo acepto. Muy de ustedes atento servidor.
RICARDO PALMA
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