lunes, 16 de marzo de 2009

Miraflores, 17 de diciembre de 1939

Señor Doctor Don

Gino Bianchini

Lima.

Mi muy estimado y distinguido amigo, señor doctor Bianchini: creo, estoy casi seguro, que la infausta camioneta llegará aquí entre veintiuno y veintidós. Para que usted se entere de toda la situación, le ruego que pierda unos instantes leyendo la siguiente carta que me escribe mi hermano Carlos:

“Anoche recibí el quinto telegrama tuyo, en el que me solicitas en términos urgentísimos, te envíe la camioneta de las Empresas, en el término de la distancia, y que me anuncias que viene carta y giro. No espero el correo de mañana para contestarte, porque comprendo que tienes verdadero apremio. Me permitiría aconsejarte, para evitarse dolores de cabeza y perjuicios posteriores para todos, que las mismas Empresas te proporcionen un chofer por una semana o diez días. Tú les pagas el pasaje hasta Puno o Juliaca por carretera, para que estudien bien el camino. Son tres días que te cuestan cuarenta soles. Este mismo pasaje habría que pagar, a la inversa, al chofer que yo enviara de aquí. Te aconsejo esto, ya que no quieres que yo mismo la lleve, por las siguientes razones: esta camioneta que, según nos dijo el señor Liberti, había sido revisada en los talleres de las Empresas, tuvo que ser revisada de nuevo a fondo en los talleres de Moscoso, en Miraflores, y tan a fondo que costó ciento diez soles. No obstante, no pudimos llegar a Ica y tuvimos que ingresar, remolcados, al taller de Pisco, pues las tuercas aflojadas se metieron dentro del cárter y los frenos, ya en mal estado, no funcionaban más. Entre remolcada y taller la broma costó cuarenta y cinco soles. En Ica hubo necesidad de otra reparación pequeña. Antes de llegar a Nazca tuvimos dos panes y, de pane en pane, tan solo pudimos llevar a Chala, donde fue a dar de nuevo al taller: revisión de bomba, carburador, generador, etc. Así y todo, al día siguiente tuvimos que dormir en la cuesta de Calaveras, en, donde hubiera podido quedarme varado una semana, si no hubiera sido la ayuda de los volquetes del Ministerio de Fomento. Antes de llegar a Camaná, otra parada, luego al mecánico de Camaná, desde allí hasta Arequipa: la caraba. Bueno, esto guiando yo, el interesado, con mano de seda; pero ¿qué pasó cuando la condujo Manuel Valcárcel, chofer profesional, hombre de confianza? Este mismo chofer ha hecho la ruta hasta Puno en seis horas y media; normalmente la hacen entre siete y ocho: con la camioneta echó tres días, así como yo puse cinco hasta Arequipa. Cómo llegó la camioneta? Al tercer día que la usé en Puno se trenzó la dirección y me di vuelta de campana, en una carretera en que no había un solo bache y a la velocidad de treinta kilómetros por hora. Ahora bien: ¿qué pasaría si, después de mucho buscar, le entrego la máquina a otro hombre de confianza y buen chofer? Nadie nos puede asegurar que no se va a quedar ocho días en una de esas cuestas y decir, en seguida, que necesita veinte libras para una caja de cambios. Y más allá noventa soles para una corona.

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CENTRO VASCO LIMA

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